A unos 380 kilómetros sobre la superficie terrestre está dando vueltas (una cada hora y media) un complejo de considerable tamaño: la Estación Espacial Internacional (ISS, en sus siglas en inglés). Sus módulos y estructuras de servicios, que empezaron a montarse en órbita hace ahora una década, suman ya 284 toneladas y dan cobijo a varios astronautas en sus 707 metros cúbicos habitables, algo así como una amplia vivienda de cinco dormitorios. Pero aún está sin terminar.
Cuando esté ensamblada en su totalidad, un máximo de siete astronautas podrán ocupar la estación. Sus tareas principales se realizarán en seis módulos experimentales presurizados donde la atmósfera se mantiene a similares condiciones a la de la Tierra. -
El 'Endeavour ha llevado un gimnasio, un aseo y nuevos dormitorios
Los hallazgos del laboratorio espacial han llegado con cuentagotas
Cada vuelo del transbordador cuesta 358 millones de euros
Precisamente ahora están allí los astronautas del transbordador Endeavour, que han llevado aparataje de la vida cotidiana, como un gimnasio compacto, un sistema de reciclado de agua, un aseo y nuevos módulos dormitorio, todos ellos equipos necesarios para que, a partir de la próxima primavera, puedan vivir en la base orbital seis astronautas a la vez en lugar de tres, como hasta ahora. Con esa tripulación ampliada, aseguran las agencias espaciales, la estación será el prometido centro de investigación que tanto han aireado desde el inicio del proyecto, cuyo coste ronda los 100.000 millones de dólares.
"La utilización real de la ISS comenzará en el verano de 2009, cuando se instale la primera tripulación permanente de seis personas y el tiempo que podrán dedicar a dicha utilización prácticamente se triplique", explica Martin Zell, jefe de operación de investigación de la Administración Europea del Espacio (ESA), que ha instalado este año en la estación su módulo laboratorio Columbus, junto con el estadounidense Destiny y seguido del japonés Kibo -además de las dependencias rusas-.
Mientras tanto, la NASA se ocupa de cumplir su compromiso de construcción de la ISS, que tiene que acabar en año y medio con ocho vuelos de sus transbordadores espaciales, según el plan actual. Pero a la vez está volcada en el próximo gran programa: el regreso de sus astronautas a la Luna hacia 2020, y tiene que desarrollar un nuevo sistema de transporte espacial, el Constellation. Todo ello exige fondos y esfuerzos, y la agencia estadounidense, principal socio y sostén de la ISS, no cuenta con un presupuesto extraordinario para abarcar los nuevos frentes.
La verdad es que en torno a la estación no han faltado controversias. El mismo Michael Griffin, al ser nombrado director de la NASA en 2005, heredó la estación en marcha, pero también asumió de buena gana el reto lunar, criticando poco después el derrotero seguido por Estados Unidos en el programa espacial tripulado: "En mi opinión, con la perspectiva del tiempo se verá como un error el periodo que se inició con la retirada de EE UU de la Luna para concentrarse deliberadamente sólo en la órbita baja terrestre [la ISS y los transbordadores]".
Estas palabras costaron a Griffin protestas del personal de los programas aludidos y tuvo que hacer aclaraciones alabando su trabajo, pero su idea no parece haber cambiado, aunque insiste en que la NASA va a satisfacer los compromisos de la ISS asumidos con los otros socios (Rusia, Europa, Japón y Canadá).
El mundillo espacial debate el futuro más allá de la estación, y para algunos ni siquiera el regreso a la Luna es suficiente reto. La Planetary Society estadounidense ha elaborado su propuesta de hoja de ruta y el primer punto clave es "centrarse en Marte como objetivo de los vuelos espaciales tripulados". Lo cierto es que el plan lunar de Bush considera que la frontera realmente es Marte, pero sin los medios económicos necesarios, el planeta rojo es una mera declaración de intenciones. Además, el senador y ex astronauta Jack Schmitt ha recordado a la Planetary Society que la estrategia dirigida directamente a Marte dejaría el hueco lunar a otros, como China, India o Rusia.
Pero antes de llegar al futuro, ¿cuál sería el balance de la ISS a los 10 años de arrancar? La verdad es que con las operaciones de construcción y con tripulaciones limitadas a tres miembros, los astronautas tienen que dedicar la mayor parte de su tiempo al montaje y mantenimiento de la propia estación. Hasta ahora, el proyecto ha destacado, sobre todo, por su alto nivel tecnológico y por su importancia política, dado el papel que ha jugado la plataforma orbital internacional como escenario de cooperación con Rusia.
En cuanto a la investigación científica, el diseño de nuevos fármacos y los experimentos de nuevos materiales, que supuestamente tendrían que atraer incluso a la industria a esta base espacial, han sido argumentos constantemente destacados en los comunicados oficiales. Pero la ciencia se mide por resultados, por descubrimientos, y los procedentes de la ISS han llegado con cuentagotas, si es que han llegado, a las líneas avanzadas de la ciencia mundial.
Mucho más clara está la importancia de la base desde el punto de vista de la ingeniería, "una gran proeza", en palabras de Pedro Duque, ingeniero y astronauta.
"El mero transporte a la órbita terrestre de tal cantidad de equipamiento y su enganche en órbita son logros nunca imaginados antes; la estación Mir era mucho más sencilla desde este punto de vista", explica.
"Pero, además, determinados sistemas de la ISS son únicos: nunca tal cantidad de baterías se ha utilizado en vacío, nunca se habían producido paneles solares de tamaño parecido y menos, desplegables (y replegables), etcétera. Todos estos logros novedosos están dejando huella en los métodos de ingeniería, como en su tiempo hizo el programa Apolo", concluye Duque. Él ha tenido la oportunidad de ir a la ISS y verla funcionando, "un gran privilegio", dice.
"Pero, además, determinados sistemas de la ISS son únicos: nunca tal cantidad de baterías se ha utilizado en vacío, nunca se habían producido paneles solares de tamaño parecido y menos, desplegables (y replegables), etcétera. Todos estos logros novedosos están dejando huella en los métodos de ingeniería, como en su tiempo hizo el programa Apolo", concluye Duque. Él ha tenido la oportunidad de ir a la ISS y verla funcionando, "un gran privilegio", dice.
Mientras las complejas misiones de montaje de la estación se suceden, las tripulaciones de la ISS se van turnando, los astronautas pasan allí varios meses y hacen a menudo interesantes programas educativos y actividades promocionales que poco tienen que ver con la auténtica investigación científica. Tal vez el punto de inflexión se produzca con la tripulación duplicada y los laboratorios más completos.
Los europeos se han puesto recientemente a la tarea al estrenar el Columbus. "En los últimos seis meses la ESA ha hecho unos 40 experimentos en la ISS", explica Zell. "Tenemos unos 200 experimentos seleccionados y haremos entre 50 y 70 por año". España participa con poco más de un 2% en el programa a través de la ESA como menor de la estación. Japón tiene una estrategia parecida a la europea en cuanto a utilización científica de su laboratorio Kibo y Rusia cumple un papel, sobre todo, tecnológico.
La NASA, por su parte, decidió, con el anuncio de su plan lunar, que su prioridad en la ISS sería la investigación relacionada con los viajes espaciales tripulados y la permanencia humana ahí fuera. Su programa de investigación está, por tanto, centrado en estudios de fisiología humana, nutrición, sistema inmunológico...
Una excepción podría ser un detector de partículas, el AMS -con significativa participación de físicos españoles-, que está diseñado para ser instalado en la ISS. Pero Griffin ha dicho que no puede hacer hueco en uno de los limitados vuelos de transbordador para este gran detector y lo ha quitado del calendario de misiones. Recientemente, la Casa Blanca ha aprobado la financiación de un vuelo extraordinario para el AMS, pero la NASA sigue sin ponerlo en el plan, y la única misión prevista al margen del montaje de la estación es la de reparación del telescopio Hubble.
Que la NASA quiere aprovechar la ISS con la vista puesta mucho más lejos está claro incluso por las declaraciones de sus astronautas. "Si vamos a vivir en la Luna durante seis meses o si vamos a vivir en Marte más tiempo aún, tendremos que dominar el arte de reciclar todo y vamos a tener que aprender cómo producir nuestra propia comida", dice Christopher Ferguson, comandante de la actual misión del Endeavour. "La ISS nos proporcionará un laboratorio para hacerlo, no de verdad pero sí un entorno de microgravedad y aislado, en el sentido de que no puedes ir o volver en un día".
Ferguson no olvida mencionar la capacidad de la estación como laboratorio: "Por supuesto, se va a realizar un montón de trabajo científico en la ISS, con seis miembros de tripulación y grandes instalaciones". Y añade: "Confío en que cuando la estación haya completado su trabajo, estaremos listos para dirigirnos a la Luna y a Marte".
De momento, lo que hay es una estación que debe estar completa en 2010 (cuando se jubilen los transbordadores) y funcionar como laboratorio otros 10 años. ¿Cómo se explotará?
La comunidad científica internacional no se ha volcado nunca en el programa de la ISS, aunque no faltan investigadores dispuestos a aprovechar esta plataforma que las agencias les ofrecen. La gran inversión que exigen los programas espaciales tripulados -un vuelo del transbordador cuesta 450 millones de dólares (358 millones de euros), más que una misión automática de exploración en Marte- no se justifica por los resultados científicos que cabe esperar, han argumentado una y otra vez los críticos de los transbordadores y de la ISS.
"Ha habido un esfuerzo continuo para justificar [la estación] en función de la ciencia a desarrollar allí", comentaba hace unos meses el premio Nobel de Física Steven Weinberg en la revista The Space Review. "Es difícil que un científico pueda juzgar el trabajo de diferentes áreas, pero yo puedo decir que en mi campo, que es la física fundamental y la astronomía, especialmente cosmología, la ISS no ha producido nada, que yo sepa", decía este prestigioso físico.
Muchos creen que ahora esa indiferencia o crítica debe cambiar. "La comunidad científica es grande, activa y exigente", comenta Zell. "El entusiasmo se ha enfriado, en parte, por los retrasos del programa de la ISS y la prioridad en las operaciones de montaje, que reducen su utilización. Pero ahora la mayor parte de los equipos de investigación están en órbita y el programa experimental está creciendo y ensanchándose incluso partiendo de áreas de trabajo". Zell está seguro del éxito: "Los resultados tanto de ciencia fundamental como aplicada serán totalmente convincentes tanto para los investigadores como para la sociedad".
El gran proyecto de la estación espacial, entretanto, se ha convertido en un destino exótico para turistas millonarios que pagan hasta 30 millones de dólares (24 millones de euros) para viajar a bordo de una nave Soyuz rusa y pasar unos días visitando la estación y disfrutando de una vista maravillosa del planeta, según cuentan todos los que han estado allí.
En cuanto a la NASA y los demás socios, los planes para la estación están definidos por ahora, sobre todo los referentes a los plazos para finalizar su construcción. Pero las cosas pueden cambiar en breve, con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca. El nuevo presidente puede alargar la vida de los transbordadores, dar más énfasis o menos a uno u otro programa y sustituir, o no, a Griffin en el puesto de mando de la NASA.
Obama y el futuro de los transbordadores
Una de las primeras decisiones que Barack Obama afrontará como presidente de EE UU será el futuro de los transbordadores espaciales: puede dejar el plan como está y aparcarlos definitivamente en 2010 o extender su vida útil. Él no se ha manifestado aún al respecto, pero se ha mostrado partidario de seguir adelante con el plan del presidente George W. Bush para que los astronautas regresen a la Luna en 2020.
Además, Obama ha prometido incrementar el presupuesto de la NASA en 2.000 millones de dólares al año (1.600 millones euros) para acelerar la puesta en marcha del sistema de transporte espacial de nueva generación: el Constellation.
Si el calendario oficial actual de la NASA no varía, a mediados de 2010 hará su último vuelo un transbordador. Empezarán entonces cinco años insólitos y dolorosos para el orgullo espacial estadounidense: sus astronautas no tendrán nave propia hasta que estrenen el Constellation, previsiblemente en 2015, y un año antes si hay financiación apropiada.
Si el calendario oficial actual de la NASA no varía, a mediados de 2010 hará su último vuelo un transbordador. Empezarán entonces cinco años insólitos y dolorosos para el orgullo espacial estadounidense: sus astronautas no tendrán nave propia hasta que estrenen el Constellation, previsiblemente en 2015, y un año antes si hay financiación apropiada.
Mientras tanto tendrán que viajar a la Estación Espacial Internacional (ISS) en las naves rusas Soyuz -las cargas irán en las también rusas Progress y en las nuevas ATV europeas-. El Congreso de EE UU ha autorizado a la NASA para contratar este servicio de Soyuz, que ya usó durante los dos años largos en que sus transbordadores estuvieron en el dique seco tras el accidente del Columbia (febrero de 2003).
El plazo de 2010 se fijó tras esa catástrofe, atendiendo al alto coste de operación de los transbordadores, a su peligrosidad y a su complejidad. Ésta aumentó a partir de ese accidente, ya que se añadieron procedimientos en tierra y en el espacio para reducir el riesgo de sufrir un accidente similar.
En ese momento la NASA impulsó el Constellation, integrado por cohetes Ares y naves Orion. Los primeros se basan en las tecnologías de propulsión de los transbordadores y las naves vuelven al concepto de cápsula de reentrada en la atmósfera terrestre (como las históricas Apolo y las Soyuz). El plan es que la primera versión de este sistema irá con tripulaciones y cargas a la ISS, y luego se realizará la adaptación necesaria para llevar al ser humano a la Luna.
Esos cinco años de ausencia de naves estadounidenses tendrán mucho que ver con el desarrollo y los ensayos del Constellation, que exigirán todos los recursos posibles. Mantener en vuelo los transbordadores y al mismo tiempo poner en marcha los Ares y los Orion resultará imposible con los presupuestos corrientes. El coste de los vuelos de los transbordadores supone 2.500 millones de dólares al año (1.990 millones de euros).
Los expertos han alertado que Obama no puede retrasar la decisión respecto a los transbordadores porque algunas líneas de montaje industriales asociadas a sus vuelos se empiezan a desmantelar. A esto se añade la preocupación por los miles de puestos de trabajo que se perderán, aunque Griffin ha puntualizado que se irá creando empleo con el Constellation.
Hay que tener en cuenta que la asesora de Obama en esto es Lori Garver, experta en política espacial que ha defendido un mayor presupuesto para la NASA y más vuelos de los transbordadores, informa Science.
Hay que tener en cuenta que la asesora de Obama en esto es Lori Garver, experta en política espacial que ha defendido un mayor presupuesto para la NASA y más vuelos de los transbordadores, informa Science.
Informe de www.elpais.com
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