La administración pàra el espacio de los Estados Unidos, NASA, se apresta a lanzar la primera misión que medirá los niveles de CO2, con una nave cuyo diseño y construcción han supuesto una inversión de 210 millones de euros, para realizar observaciones que servirán para orientar las políticas contra el calentamiento
Lejos han quedado los tiempos en que el Gobierno norteamericano negaba la existencia del cambio climático y la administración de la NASA censuraba los informes de James Hansen, director del Instituto Goddard que tiene la agencia espacial en Nueva York y uno de los mayores expertos en el campo de las ciencias atmosféricas. El cambio climático existe y está provocado por el hombre. El último informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC), presentado en noviembre de 2007, no dejaba lugar para la duda.
Ahora la agencia espacial norteamericana no niega la evidencia científica y quiere poner su enorme potencial tecnológico para mejorar el conocimiento acerca del calentamiento global. Prueba de ello es el satélite OCO (Observatorio del Carbono en Órbita) que lanzará en la madrugada del martes desde la base aérea de Vandenberg en California (EEUU), si no hay inconvenientes técnicos o meteorológicos. Este nuevo proyecto, cuya inversión total ha sido de más de 210 millones de euros, será la primera plataforma espacial que permita medir las concentraciones de CO2 -el principal gas de efecto invernadero responsable del cambio climático- en la atmósfera terrestre.
Según los cálculos científicos cerca del 60% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) provocadas por el hombre son absorbidas a partes iguales por los océanos y por los ecosistemas terrestres y los suelos. El resto permanece en la atmósfera aumentando la cantidad total de este gas y contribuyendo con ello al calentamiento global.
«El problema que tenemos para medir las concentraciones de CO2 es que es realmente difícil señalar dónde se encuentran los sumideros de este gas», asegura Anna Michalak, miembro del equipo científico del OCO. El nuevo observatorio de la NASA tiene precisamente el objetivo de identificar los sumideros o puntos de absorción y las principales fuentes emisoras.
El dióxido de carbono es uno de los componentes fundamentales de la atmósfera terrestre y por ello un pequeño cambio en el ciclo natural de emisión y absorción puede alterar gravemente el clima del planeta. El hombre es responsable de un 2% de su producción total, pero ese pequeño porcentaje ha situado las medidas de este gas en su nivel más alto del último millón de años. «Tenemos que poder diferenciar entre diferencias de concentración muy pequeñas», afirma el investigador principal del proyecto, David Crisp.
Por ese motivo el nuevo satélite, que tiene el inusual y pequeño tamaño de una cabina de teléfono, está equipado con tres equipos de medición llamados espectrofotómetros, dos para medir el CO2 y uno para el oxígeno molecular, que sirve como control porque permanece constante en la atmósfera. Según las previsiones de los científicos, completará una vuelta cada 99 minutos y pasará por el mismo lugar cada 16 días. Además, posee un telescopio con una potente cámara dos veces más eficiente que la que porta el Hubble.
Este observatorio espacial ayudará a mejorar el conocimiento que se tiene en la actualidad del ciclo del carbono, algo fundamental para ayudar a los responsables políticos a tomar las decisiones adecuadas para nuestro clima en cada momento. O lo que es lo mismo, para mantener nuestra calidad de vida, si aún es posible.
Lejos han quedado los tiempos en que el Gobierno norteamericano negaba la existencia del cambio climático y la administración de la NASA censuraba los informes de James Hansen, director del Instituto Goddard que tiene la agencia espacial en Nueva York y uno de los mayores expertos en el campo de las ciencias atmosféricas. El cambio climático existe y está provocado por el hombre. El último informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC), presentado en noviembre de 2007, no dejaba lugar para la duda.
Ahora la agencia espacial norteamericana no niega la evidencia científica y quiere poner su enorme potencial tecnológico para mejorar el conocimiento acerca del calentamiento global. Prueba de ello es el satélite OCO (Observatorio del Carbono en Órbita) que lanzará en la madrugada del martes desde la base aérea de Vandenberg en California (EEUU), si no hay inconvenientes técnicos o meteorológicos. Este nuevo proyecto, cuya inversión total ha sido de más de 210 millones de euros, será la primera plataforma espacial que permita medir las concentraciones de CO2 -el principal gas de efecto invernadero responsable del cambio climático- en la atmósfera terrestre.
Según los cálculos científicos cerca del 60% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) provocadas por el hombre son absorbidas a partes iguales por los océanos y por los ecosistemas terrestres y los suelos. El resto permanece en la atmósfera aumentando la cantidad total de este gas y contribuyendo con ello al calentamiento global.
«El problema que tenemos para medir las concentraciones de CO2 es que es realmente difícil señalar dónde se encuentran los sumideros de este gas», asegura Anna Michalak, miembro del equipo científico del OCO. El nuevo observatorio de la NASA tiene precisamente el objetivo de identificar los sumideros o puntos de absorción y las principales fuentes emisoras.
El dióxido de carbono es uno de los componentes fundamentales de la atmósfera terrestre y por ello un pequeño cambio en el ciclo natural de emisión y absorción puede alterar gravemente el clima del planeta. El hombre es responsable de un 2% de su producción total, pero ese pequeño porcentaje ha situado las medidas de este gas en su nivel más alto del último millón de años. «Tenemos que poder diferenciar entre diferencias de concentración muy pequeñas», afirma el investigador principal del proyecto, David Crisp.
Por ese motivo el nuevo satélite, que tiene el inusual y pequeño tamaño de una cabina de teléfono, está equipado con tres equipos de medición llamados espectrofotómetros, dos para medir el CO2 y uno para el oxígeno molecular, que sirve como control porque permanece constante en la atmósfera. Según las previsiones de los científicos, completará una vuelta cada 99 minutos y pasará por el mismo lugar cada 16 días. Además, posee un telescopio con una potente cámara dos veces más eficiente que la que porta el Hubble.
Este observatorio espacial ayudará a mejorar el conocimiento que se tiene en la actualidad del ciclo del carbono, algo fundamental para ayudar a los responsables políticos a tomar las decisiones adecuadas para nuestro clima en cada momento. O lo que es lo mismo, para mantener nuestra calidad de vida, si aún es posible.
Fuente http://www.elmundo.es/
Tras un lanzamiento exitoso sobrevino el fracaso
El módulo que transportaba un satélite para detectar las emisiones terrestres de dióxido de carbono, responsable del efecto invernadero, no se separó del cohete que lo impulsaba y cayó este martes cerca de la Antártida, haciendo fracasar una misión de 278 millones de dólares.
Antes de esta decepción en la investigación científica sobre el clima, el satélite había sido lanzado con éxito desde la base Vandenberg de la Fuerza Aérea, en California, a las 01H55 a bordo de un cohete Taurus XL, según imágenes transmitidas por la agencia espacial estadounidense (NASA).
No obstante, tras "varios minutos en vuelo, los directores del lanzamiento declararon una contingencia cuando los propulsores fallaron en separarse adecuadamente" del módulo satelital, señaló la NASA en un comunicado.
"El vehículo no tuvo suficiente impulso para alcanzar la órbita y cayó en el océano cerca del continente antártico", dijo en conferencia de prensa John Brunschwyler, encargado del programa del cohete Taurus -fabricado por la firma Orbital Sciences Corp- que transportaba el satélite.
"Todos en el equipo estamos decepcionados a un nivel muy personal, estamos muy disgustados con los resultados", añadió.
Era la primera vez que la NASA utilizaba un cohete Taurus para poner uno de sus satélites en órbita, pero Brunschwyler insistió en que el sistema había tenido un registro casi perfecto de 56 vuelos previos sin que se detectara ningún problema.
"El lanzamiento no tuvo complicaciones", dijo a la AFP el portavoz del Jet Propulsion Laboratory de la NASA en Pasadena (California), Alan Buis. "El ascenso estaba bastante avanzado", a la altura del Océano Pacífico, cuando se declaró la "contingencia", dijo Buis.
El satélite, bautizado Observatorio Orbital de Carbono (OCO, por sus siglas en inglés) tenía como misión hacer un mapeo completo de las emisiones terrestres, tanto de origen humano como natural, de dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero vinculado al calentamiento global.
El costo de la misión era de 278 millones de dólares.
Los datos obtenidos por el satélite OCO ayudarían a los científicos a proyectar con mayor exactitud los aumentos de emisiones de CO2 en la atmósfera, para facilitar predicciones más precisas sobre el cambio climático.
El director de vuelos de la NASA Chuck Dovale informó que se creará un equipo para determinar la causa probable del fracaso, al que calificó como "una enorme decepción" para la comunidad científica.
Michael Freilich, director de la división científica de la NASA, señaló que no es posible prever cuánto tiempo le tomará a la agencia espacial desarrollar un reemplazo del OCO, cuya construcción se prolongó durante ocho años.
Era la primera nave de la NASA dedicada a estudiar el dióxido de carbono, pero no la primera en órbita: el 23 de enero Japón lanzó un satélite dedicado a la detección de emisiones de gases de efecto invernadero.
La misión japonesa ayudará a los científicos a medir la densidad del CO2 y del metano de casi toda la superficie terrestre.
Antes de esta decepción en la investigación científica sobre el clima, el satélite había sido lanzado con éxito desde la base Vandenberg de la Fuerza Aérea, en California, a las 01H55 a bordo de un cohete Taurus XL, según imágenes transmitidas por la agencia espacial estadounidense (NASA).
No obstante, tras "varios minutos en vuelo, los directores del lanzamiento declararon una contingencia cuando los propulsores fallaron en separarse adecuadamente" del módulo satelital, señaló la NASA en un comunicado.
"El vehículo no tuvo suficiente impulso para alcanzar la órbita y cayó en el océano cerca del continente antártico", dijo en conferencia de prensa John Brunschwyler, encargado del programa del cohete Taurus -fabricado por la firma Orbital Sciences Corp- que transportaba el satélite.
"Todos en el equipo estamos decepcionados a un nivel muy personal, estamos muy disgustados con los resultados", añadió.
Era la primera vez que la NASA utilizaba un cohete Taurus para poner uno de sus satélites en órbita, pero Brunschwyler insistió en que el sistema había tenido un registro casi perfecto de 56 vuelos previos sin que se detectara ningún problema.
"El lanzamiento no tuvo complicaciones", dijo a la AFP el portavoz del Jet Propulsion Laboratory de la NASA en Pasadena (California), Alan Buis. "El ascenso estaba bastante avanzado", a la altura del Océano Pacífico, cuando se declaró la "contingencia", dijo Buis.
El satélite, bautizado Observatorio Orbital de Carbono (OCO, por sus siglas en inglés) tenía como misión hacer un mapeo completo de las emisiones terrestres, tanto de origen humano como natural, de dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero vinculado al calentamiento global.
El costo de la misión era de 278 millones de dólares.
Los datos obtenidos por el satélite OCO ayudarían a los científicos a proyectar con mayor exactitud los aumentos de emisiones de CO2 en la atmósfera, para facilitar predicciones más precisas sobre el cambio climático.
El director de vuelos de la NASA Chuck Dovale informó que se creará un equipo para determinar la causa probable del fracaso, al que calificó como "una enorme decepción" para la comunidad científica.
Michael Freilich, director de la división científica de la NASA, señaló que no es posible prever cuánto tiempo le tomará a la agencia espacial desarrollar un reemplazo del OCO, cuya construcción se prolongó durante ocho años.
Era la primera nave de la NASA dedicada a estudiar el dióxido de carbono, pero no la primera en órbita: el 23 de enero Japón lanzó un satélite dedicado a la detección de emisiones de gases de efecto invernadero.
La misión japonesa ayudará a los científicos a medir la densidad del CO2 y del metano de casi toda la superficie terrestre.
Tomado de www.hotmail.com
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